Furcios en radio

Repasando el capítulo "El furcio agazapado" de Días de Radio (1920- 1959), encontramos un anécdota digna de ser contada. La protagonista de aquella historia fue Paloma Efron, más conocida como Blackie y Thaler, su locutor.

La emisora era Belgrano, 'la Radio'. Y el programa, nada menos que Diálogo con Blackie, a no dudarlo, el de mayor audiencia en ese momento [...] Aquel jueves [Blackie] entró al estudio con toda la bronca, saludó apenas y le pidió al tano Siciliano, el operador del programa, que después del gong de la emisora no pusiera en el aire la cortina característica y le diera micrófono. Así nomás. En seco. 'Ya me va a escuchar esa pelotuda', protestaba por lo bajo mientras acomodaba sus papeles y limpiaba los 'quevedos', como les decía a sus anteojos. Terminó de sonar el gong y se encendió la luz del estudio. 'Buenas tardes. Estas palabras están dirigidas a usted, señora, que me mandó una extensa carta, que no se dignó a firmar, donde me critica los furcios'. [...]

"'Usted me critica los furcios, estimada señora, pero si los cometo es porque tengo una hora y cuarenta y cinco minutos de programa. Y en un lapso tan extenso es lógico que alguna vez se me escape alguno. ¿O usted no comete furcios, señora? Cuando le quema con la plancha una camisa a su marido, ¿no es un furcio ese? Cuando se le rompe un huevo frito ¿es un furcio o qué, señora? ¡Mejor sería que se preocupara por mejorar su ortografía que bastantes horrores le he encontrado! ¡Faltaba más!".

"Se tomó un respiro y sin perder el tono de la rabieta me ordenó: '¡Tanta, Thaler!'.

"Nunca la habiamos visto así a Palomita. Lo que acababa de suceder nos había dejado atónitos a quienes la rodeábamos a diario: la gorda Rigal, Raúl Alcántara, Siciliano y yo [...] Contagiado tal vez por el matiz de sus berrinches, el tono me salió me salió estridente cuando arremetí con el primer aviso: "¡Cague naftas YPF!". ¡Se me había caído la 'r' de 'cargue'!

"Nos quedamos estupefactos. Se hizo un gran silencio. Nadie atinaba a decir ni pío. Lo que más nos preocupaba era contener esa gran carcajada que exploto unos segundos más tardes y que casi destroza el decibelímetro del control después de que el tano Siciliano, desesperado por el gran bache que se había originado, nos ordenó por lo bajo: 'Sigan boludos, sigan, digan algo'. Y el bueno de Alcántara, tratando de salvar la situación y con su mejor voz aflautada, tomó el aviso de la tanda que venía a continuación y balbuceó un triste y finito 'Tome Legui'. Ahí se pudrió todo. Dos discos pegados nos permitieron esos seis o siete minutos que necesitábamos para recomponernos. A todo esto, las líneas del conmutador y los teléfonos de la radio se pusieron al rojo vivo. Eran los oyentes para agradecer. 'Digale a Thaler que lo felicito. Muy bien contestado a esa señora que le critica los furcios a Blackie.' Yo estaba con la cola entre las piernas cuando el director de la radio me hizo llamar a su despacho. [...] Eduardo Lagos, oftalmólogo de fama, sencible pianista folcklórico y, en ese momento, director artístico de la emisora, me hizo pasar. Junto a él, con su eterna pipa entre los dedos, estaba Jorge Cané, 'el capo'. Ambos tenían el gesto severo.

'Escuchamos todo, Thaler. Salió muy clarito al aire', dijo Cané mirándome fijo a los ojos.

"'¿Escucharon?', fue la estúpida pregunta que alcancé a emitir con el cachito de voz que me quedaba".

"-Sí -completó Lagos-, y queremos saber algo.

"Hubo un silencio cortito".

"-¿Cuánto le pagaron la Esso y la Shell?".

Por supuesto, la Esso y la Shell no le habían pagado ni medio litro de nafta común al pobre Thaler.


Furcio de Tato Bores

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