La carta de Majul a Víctor Hugo

Luego de la pelea entre Víctor Hugo y Majul en la presentación del libro "El Dueño", en el marco de un debate sobre la libertad de expresión, circuló una carta que el conductor de "La Cornisa" le envío al relator.

Querido Víctor Hugo:

Gracias por haber compartido tan interesante charla. Lamento la intensidad del cambio de palabras. Me disculpo de antemano si el énfasis en la defensa de la investigación pudo haberte enojado. La vida tiene muchas vueltas. Seguramente nos encontraremos en alguna de ellas.

Pero ahora que la tensión ya pasó hablemos en serio y con precisión. ¿Por qué Morales, un especialista en el relato de partidos de fútbol, un hombre de sanas inquietudes culturales pero que no parece conocer la técnica del periodismo de investigación se metió en semejante laberinto? Está claro que no es lo mismo leer un libro para escribir su prólogo, como lo hizo con el de anécdotas de El Bambino Veira, que analizarlo en detalle para ejercer el interesante oficio de la crítica. Se supone que un buen libro de investigación, elaborado con honestidad intelectual, tiene que tener, revelaciones periodísticas, buena información, contexto político y social, y el rigor necesario como para ser defendido en los tribunales, si es preciso.
El martes, aunque ese no era el motivo del debate, me vi obligado a defender mi trabajo, como si estuviera en un aula de la facultad. Entonces tuve que explicar que la principal materia prima del periodismo de investigación eran los datos, y no la opinión. Le pregunté a Víctor Hugo si recordaba con qué dato empezaba El Dueño, porque quizá era uno de los más fuertes del libro. Pero no lo recordaba. Le informé que era una denuncia inédita por el cobro de una coima del 20 por ciento de un crédito de tres millones de dólares a una empresa naviera, decisión en la que habían participado Néstor Kirchner y Lázaro Báez. Le hice notar que, enfrente suyo, en la primera fila, estaba quien la había denunciado, Eduardo Ariel Arnold, el hombre que gobernó Santa Cruz con Kirchner durante ocho años. Pero no lo conocía. Le comenté entonces, que un par de butacas más allá se encontraba Manuel Garrido, el ex fiscal de Investigaciones Administrativas que tuvo que renunciar después de haber denunciado que la declaración jurada del ex presidente estaba floja de papeles. Pero tampoco parecía conocerlo.

Antes, Víctor Hugo había explicado por enésima vez porqué creía que era una canallada sospechar de la compra de dos millones de dólares que hizo Kirchner. Lo vergüenza que sentía al recordar que el ex jefe de Estado se había tomado el trabajo de explicarle, a través de un mail, que habían sido adquiridos de buena fe, para comprar acciones de Hotesur, le empresa dueña del Hotel Alto Calafate. Entonces le tuve que aclarar, ayudado por la memoria, que Kirchner debería explicar porqué necesitó comprarlos si, según su declaración patrimonial, tenía a disposición 4 millones de dólares líquidos en su cuenta. Y que también debería explicar si no contaba con información privilegiada porque los documentos demuestran que los adquirió días antes de anunciar la estatización de las AFJP, medida que bien pudo haber provocado una considerable suba del tipo de cambio.
Para argumentar que El Dueño es un libro marketinero , Morales dio dos ejemplos contenidos en dos páginas distintas. En uno cuestionó, como si fuera un experto en la materia, el uso del término “fuentes confiables”, pero no se detuvo en el contenido de la información. En otro pareció molestarle los ejemplos que demuestran que la Presidenta Fernández tiene una fuerte dependencia psicológica, además de política, de Néstor Kirchner. Cuando me tocó el turno, le pregunté a qué páginas de se refería, pero tampoco me respondió. Uno de los organizadores del encuentro tuvo la fortuna de recuperar el ejemplar que el colega había usado para desacreditar mi trabajo. Se trata de las páginas 285 y 439. Para no aburrir a los lectores de Perfil.com, solo diré que si Víctor Hugo se hubiera tomado el trabajo de leer la advertencia que se encuentra antes del prólogo en la página 12, habría comprobado que las fuentes de información de ambos episodios están identificadas de la manera correcta, según aconseja, por ejemplo, el Manual de Estilo de el diario El País de Madrid (a mi criterio, uno de los mejores periódicos de habla hispana).

No creo que Víctor Hugo haga las cosas por interés. Y reconozco que su atractiva manera de hablar puede generar la falsa sensación de que está diciendo verdades absolutas e irrefutables. Me atrevería a sugerirle, sin embargo, que no repita, como si fuera una hazaña o una virtud, que hace diez años que no lee Clarín. Para ejercer el periodismo con seriedad y comparar datos hay que leer todo lo que se pueda. Incluso el diario que no comulga con sus ideas. El no hacerlo, por más bronca que uno tenga, habla de cierto autoritarismo y una falta de profesionalismo que no se condice con el discurso habitual de Víctor Hugo.

Algunas mañanas escucho a Morales. En serio: dice las cosas en un tono que a veces parecen certezas incontrastables. Lo disfruto, por ejemplo, cuando sale desde Venecia y habla del carnaval. Porque después me queda la sensación de que estuve allí, con un amigo de hace años. Pero no me pasa lo mismo cuando habla de política. Porque no puedo entender, por ejemplo, como un hombre tan inteligente, honesto, informado y con opinión, justifica la corrupción de este gobierno con unas cuántas palabras huecas, al sentenciar “Todos poder es corrupto. Eso no es ninguna novedad”.

Cuando pasa eso, y últimamente pasa bastante seguido, cambio de radio, pienso un poco y concluyo que a Víctor Hugo Morales le pasa lo que a Kirchner, a Cristina y a gente que ha sido tan prestigiosa como Feinmann: a veces se enamoran de su propia voz, de sus propios textos y de sus viejas obsesiones. Y entonces el enorme ego no les permite ver que hay otro mundo, otras ideas y otros textos, más allá de los de ellos. [Vía: Perfil.com]

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